La Rioja es un destino encantador que seduce a los visitantes con sus paisajes ondulantes y su rica tradición vinícola. Realizar un recorrido por sus viñedos más prestigiosos es una experiencia única que combina la belleza natural con el placer sensorial de los vinos de renombre mundial.
Empezando el recorrido, San Vicente de la Sonsierra se presenta como una parada obligada. Este pequeño pueblo no solo ofrece vistas espectaculares del río Ebro, sino que también alberga bodegas que producen algunos de los vinos más elegantes de la región. Al caminar por los viñedos, uno puede sentir la historia que emana de las cepas, mientras recibe explicaciones detalladas sobre la manera en que el terroir y el clima influyen en el sabor final del vino.
Siguiendo hacia Haro, la capital del vino en La Rioja, el visitante se encuentra con algunas de las bodegas más antiguas y prestigiadas. La ciudad es famosa por su tradición vinícola y su emblemática Batalla del Vino. En las catas, los enólogos comparten su pasión y conocimiento, revelando los secretos detrás de cada botella y enseñando a identificar las notas y matices que hacen único a cada vino. El recorrido por las cavas, muchas de ellas subterráneas, ofrece una visión del cuidado y atención al detalle que requiere la elaboración de estos vinos excepcionales.
A medida que se avanza hacia Laguardia, en la Rioja Alavesa, la tradición se mezcla con la innovación. Este pueblo amurallado es conocido por su encanto medieval y por su enfoque moderno en la producción de vino. Aquí, los viñedos se extienden hasta donde alcanza la vista, y las bodegas combinan técnicas ancestrales con tecnología de vanguardia para crear vinos que respetan la herencia local mientras miran al futuro.
Una parada en Elciego es también imprescindible. Este lugar destaca no solo por sus vinos, sino también por su arquitectura modernista, como la impresionante Bodega Marqués de Riscal, diseñada por el arquitecto Frank Gehry. Este entorno arquitectónico singular ofrece un contrapunto impresionante al carácter tradicional del resto de la región.
Finalmente, terminar el recorrido en Logroño, la capital de La Rioja, permite disfrutar de su famosa Calle Laurel con su variedad de tapas que maridan perfectamente con los vinos de la región. Cada bocado acompañado por un buen vino riojano es una celebración de los sentidos.
Realizar una ruta por los viñedos de La Rioja no solo es un viaje para el paladar, sino una inmersión en una cultura que aprecia el arte de hacer vino a través del tiempo. Las colinas, las bodegas y, por supuesto, las catas se entrelazan para ofrecer una experiencia inolvidable, llena de descubrimientos y momentos de pura satisfacción.